Una buhardilla distanciada de la realidad, tu cuerpo desnudo, tumbado sobre la cama semeja relucir con la claridad de la luna que entra por la ventana del techo.
Semejas un hada, un ángel, la consagración de la belleza, bajo un claro velo de luz.
Yo te miro y me sonrío. He debido de abonar algo por este sueño en vida, no recuerdo ni cuando ni como, ni tan siquiera si es un regalo de los dioses o bien del diablo buscando mi perdición...mediante un ángel caído.
Me acerco suavemente hasta el momento en que comienzo a sentir tu aroma, hueles a ternura,a lascivia, a cielo nocturno.
Me atrevo a tocar tu cuerpo, siento tu calor en las yemas de los dedos. Mis manos recorren de manera lenta tu figura, tal y como si tratara de rememorar tu contorno leyendo braille.
Tú te despiertas, mas no te amedrentas, acaricias suavemente mi mano, con cariño mientras que jugueteo con tus senos.
Hundo mi cabeza en tu pelo y puedo aspirar otra vez más tu perfume. Siento tu respiración más profunda cuando, prácticamente al desatiendo pellizco suavemente tu pezón.
Tu pálido poquito a poco se despereza y busca mi cuerpo con tus manos alentado por mis besos en el cuello que se mezclan con bocados en el lóbulo de la oreja.
Por mi parte, mis hábiles manos recorren cada rincón de tu cuerpo como sabuesos que rastrean algo. Y ese algo es el placer.
Mis caricias se anuncian en tu monte de venus, del que descienden para llegar a donde tus suspiros comienzan a entregar paso a los gemidos.
Te vuelves cara mí y nos besamos al paso que nuestros sexos asimismo se besan tras atraernos el uno al otro anclados a nuestras nalgas. Semeja que el cuento se desarrolla de forma lineal, mas no deseo eso. En un instante de libertad, me zafo de tu agarre y te tumbo boca arriba. A continuación, bajo suavemente con un recorrido de besos que llegan hasta tu cáliz, donde degusto tu ambrosía, fruto de la pasada expedición de mis dedos por la zona. Me entretengo jugando con mis labios y lengua, tus labios y tu clítoris. No tiene nada que hacer contra mí. Indefenso, soporta una tras otra las veloces acometidas de mi lengua reflejando su derrota en los gemidos de placer que espiras.
Tu cuerpo por último se estremece con un clímax tras un último esprint lingüístico acompañado de la penetración de mis dedos en tu gruta.
Semejas un hada, un ángel, la consagración de la belleza, bajo un claro velo de luz.
Yo te miro y me sonrío. He debido de abonar algo por este sueño en vida, no recuerdo ni cuando ni como, ni tan siquiera si es un regalo de los dioses o bien del diablo buscando mi perdición...mediante un ángel caído.
Me acerco suavemente hasta el momento en que comienzo a sentir tu aroma, hueles a ternura,a lascivia, a cielo nocturno.
Me atrevo a tocar tu cuerpo, siento tu calor en las yemas de los dedos. Mis manos recorren de manera lenta tu figura, tal y como si tratara de rememorar tu contorno leyendo braille.
Tú te despiertas, mas no te amedrentas, acaricias suavemente mi mano, con cariño mientras que jugueteo con tus senos.
Hundo mi cabeza en tu pelo y puedo aspirar otra vez más tu perfume. Siento tu respiración más profunda cuando, prácticamente al desatiendo pellizco suavemente tu pezón.
Tu pálido poquito a poco se despereza y busca mi cuerpo con tus manos alentado por mis besos en el cuello que se mezclan con bocados en el lóbulo de la oreja.
Por mi parte, mis hábiles manos recorren cada rincón de tu cuerpo como sabuesos que rastrean algo. Y ese algo es el placer.
Mis caricias se anuncian en tu monte de venus, del que descienden para llegar a donde tus suspiros comienzan a entregar paso a los gemidos.
Te vuelves cara mí y nos besamos al paso que nuestros sexos asimismo se besan tras atraernos el uno al otro anclados a nuestras nalgas. Semeja que el cuento se desarrolla de forma lineal, mas no deseo eso. En un instante de libertad, me zafo de tu agarre y te tumbo boca arriba. A continuación, bajo suavemente con un recorrido de besos que llegan hasta tu cáliz, donde degusto tu ambrosía, fruto de la pasada expedición de mis dedos por la zona. Me entretengo jugando con mis labios y lengua, tus labios y tu clítoris. No tiene nada que hacer contra mí. Indefenso, soporta una tras otra las veloces acometidas de mi lengua reflejando su derrota en los gemidos de placer que espiras.
Tu cuerpo por último se estremece con un clímax tras un último esprint lingüístico acompañado de la penetración de mis dedos en tu gruta.